domingo, 25 de febrero de 2024

Certamen Cartas de Amor

 

Un curso más, el IES Profesor Juan Bautista convoca el Certamen de Cartas de Amor, y ya tenemos  ganadoras: Adriana Fernández Guerrero, 3º C; María Romero Gutérrez, 3D; y Lola Escribano Oliva, 3º A. ¡Enhorabuena a las premiadas!



Martes, 17 de septiembre de 1491

A mi querida Oriana…

A vos os escribo mi amada y bella Oriana, para que no olvide mi alma siempre fuertemente puesta y pensante en la vuestra desde tierras dolorosamente lejanas. 

Desde que partí a Alemania y abandoné la Ínsula Firme, mi corazón ha estado sometido a un terrible sufrimiento por la falta de tu presencia, de tus bellos ojos y hermosos andares.

Nunca olvidándome de vos, llevo los largos años que han transcurrido desde mi partida proporcionando justicia y bien a todo el que lo necesita, principalmente en tierras alemanas y alrededores. Debe saber que varias veces he presentido la muerte, ya que no son pocas las hazañas en las que mis enemigos han deseado que me llegara, y en las que recé a Dios por contemplar por última vez vuestra tranquilizadora sonrisa pensando en el invierno que se me vendría encima si jamás volviera a saber de ti. ¡Por Dios si no volviera a saber de ti!, fallecería por el dolor de mis suspiros. 

La lejanía entre nuestras almas duele tanto como un puñal en el pecho, todo mi corazón está completamente puesto en vos Oriana mia. Y a pesar de que todos piensan que mis logros son causa de mi valía, a ti todo te debo y mis victorias dedico, porque tú, y solo tú, provocas el mágico desconcierto de mis pensamientos que se hunden en un oscuro lago por tu falta. 

Con todas estas líneas, las cuales deseo que tranquilicen vuestra incertidumbre, expreso el cielo que sabes que eres para mí. Doy mi cierta palabra en que regresaré junto a vos para sanar mis heridas de amor, unas heridas que dejarán de resonar en mi interior con tu mirada. 

Hasta que tu destello se cruce en mi camino, querida Oriana de mis altares.

Amadís

Adriana Fernández Guerrero, 3º C



15 de julio de 1478

Querida Oriana:

Me encuentro escribiéndote esta letras porque he de confesarte que, tras más de dos largos meses de distancia, me es imposible soportar un solo segundo aquí en tierras germanas sin la dicha de poder apreciar tu divino rostro, tocar tus dorados cabellos o saborear el dulce fruto de tu piel.

Es tan grande mi desdicha que creo que empiezo a delirar, pues en las noches oscuras se me aparece tu celestial rostro como ángel divino que bajara del cielo para ayudarme a conciliar el más profundo de los sueños. Pero he de aguantar un día más, pues mañana me enfrentaré en duelo con un caballero alemán que ha desafiado mi honor al no creer mis vivencias en mi última aventura. No temas por mí, amada mía, es un duelo sin rival, que ganaré para mantener mi honra impoluta.

Sé que en este momento estarás pensando en los sucesos que desencadenaron este duelo, y sé que no será fácil de creer. El pasado mes de octubre escapé de la celda donde me tenían prisionero nuestros enemigos, tras haber sido apresado en la batalla de Lichestain. Había pasado tres días en esa mugrienta celda y fue horrible la experiencia. En lo único que pensaba y que me daba fuerzas era la imagen de tu rostro. Y fue gracias a ti y a la hechicera Roberta, quien me liberó de las esposas que me ataban de los barrotes, que conseguí escapar de ese repugnante lugar. Ya libre, continué mi camino en solitario, pero me encontré con uno de los más horripilantes monstruos que hubiera imaginado en la vida. Tenía tres cabezas de serpiente unidas a un cuerpo de lagarto. No diré que fuera fácil derrotarlo, pero finalmente lo conseguí.

Amor mío, nos quedan pocos días de separación. Por fin podremos disfrutar de nuestro amor mutuo y vivir cada día como si fuera el último. No olvides nunca que mi amor hacia ti es más fuerte que cualquier distancia entre nosotros.

Con amor profundo,

Amadís de Gaula

María Romero Gutiérrez, 3º D






14 de septiembre de 1458

Querida Oriana:

Te escribo esta carta, desde tierras lejanas, porque mi deseo de estar contigo me hace casi morir. No hay día, desde que nos separamos, que no piense en ti. Después de tantos meses de lucha y dolor, tengo solo en la mente tu rostro, tus diminutas y hermosas manos unidas a las mías.

Mis noches, a la luz de la luna, esos amaneceres que paso sin ti, solo cuento los días para volver a encontrarte. En mi corazón dolorido solo hay y habrá espacio para ti, eternamente. Y me duele, me duele haberme ido de tus tierras aún sabiendo que te espera un casamiento indeseado. No sé si estaré allí para poder evitarlo, pero te prometo que volveré y te salvaré, que te llevaré conmigo al lugar donde un nuevo camino se abra para nosotros. Podremos estar juntos. Viviremos en paz. Sólo deseo que ese momento llegue pronto. Tu futuro esposo no podrá interponerse entre nosotros jamás.

En este periplo por mares y tierras lejanas, me encuentro perdido. Lo único que me da esperanzas es pensar en nuestro reencuentro. En una de mis aventuras dejé mi barco de vela atracado en una isla mientras iba buscando un famoso tesoro; pero me perdí en la jungla sin saber lo que estaba ocurriendo. No sé cómo pude salir de ese laberinto boscoso, pero al llegar al barco lo tuve que arreglar. Trabajé sin descanso hasta que lo dejé en buen estado y volví a enfrentarme a las aguas. De esa isla me llevé tan solo una piedra preciosa, que te entregaré pronto.

Después de varios meses navegando, me encontré con otro mal que me acechaba. Un monstruo marino, al que llamé “Serpinus”, me esperaba en las profundidades del mar para salir en el momento perfecto, atacarme y destrozar mi frágil navío. Pasé noches enteras sin descansar debido a esas pesadillas que visitaban mi mente y que me hacían dormir con los ojos abiertos. Tras varios días observándome, dejándose ver solo entre las sombras, se enfrentó a mí y, después de dos días de lucha, logré vencerlo. De esta gesta me he traído la espada rota.

Ya he encontrado, después de mucho pensar y pensar, la forma en la que te salvaré de tu castillo. Cuando vuelva a tu reino, me ocultaré hasta encontrar una nueva embarcación. En ella partiremos y cruzaremos el océano siguiendo la estrella polar. Gracias a ella, he encontrado una isla pequeña, cercana a la población del reino vecino. Allí podremos formar una nueva vida donde nadie sepa de nosotros.

Espero verte pronto, amada mía, espero que la tardanza no haga a la muerte llegar a mí. Con ansias deseo encontrarte a mi lado algún día, que no sea muy lejano, tranquilos y sin rastros del pasado. Solo sé paciente, yo también lo seré. Te mandaré fuerzas desde aquí para que juntos podamos superar estos tiempos tan difíciles.

Con amor,

Amadís de Gaula

Lola Escribano Oliva, 3º A





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