sábado, 27 de enero de 2018

V CERTAMEN DE RELATO CORTO

Los ganadores de este V Certamen de Relato Corto IES Federico García Lorca han sido: Almudena Nieto, con la obra Cuando el cielo se llenó de estrellas; Borja Macario, con Un sueño lúcido; Daniel Ropero, con La película; Ariadna Ortiz, con Desafíos de verano; y por último, el relato en inglés realizado por Miranda Sánchez, Pedro and his selfishness.
Espero que sean de vuestro gusto y os invito a seguir participando en nuestros concursos literarios.


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Cuando el cielo se llenó de estrellas
6 de agosto de 1945.
Últimamente me ha dado por hacer preguntas, y no sé por qué la mayoría de ellas están relacionadas con la muerte.
 Realmente no entiendo el significado real de la muerte, solo tengo algunas ideas, ya que sólo tengo 9 años; pero es algo que tengo muy presente estos últimos días, aunque supongo que la mayoría de la gente la tendrá muy presente, ya que estamos en mitad de una guerra.
Esta mañana me he levantado y después de recoger la cocina mi tía me ha dicho que vaya con mi hermano pequeño Rin a comprar arroz. Una vez llego a casa del señor Yamada, que es un anciano que cultiva y vende arroz, me dice que no queda nada. La verdad es que no me extraña, hay mucha escasez de alimentos y debido a eso la mayoría de la población está decadente. Yo y mi hermano estaríamos así, de no ser por la hospitalidad de mi tía y su familia. Mi madre siempre decía que la familia es lo primero, aunque, a decir verdad, ellos nos dan unas raciones de comida muy inferiores a las suyas, pero no tengo derecho a quejarme.
Le pregunto al señor Yamada cómo creía él que era la muerte y que a dónde va la gente cuando muere, y me responde que siempre se imaginó que la muerte sería como una especie de liberación interior y que cuando una persona muere su alma sale de su cuerpo para desaparecer y quedar esparcida por el aire. Su segunda respuesta me deja muy confundido. ¿Estoy respirando las almas de millones de personas muertas? ¿Cuándo muera mi alma será respirada por alguien? Pero él dijo que yo no había entendido bien el término y me pide que me marche porque tiene cosas que hacer.
Agradecí que me respondiera, ya que antes de salir de casa le pregunté a mi tía y ella dijo simplemente que no lo sabía, y que si tengo alguna duda la consulte con la almohada. Mi madre siempre decía que mi tía era una de esas personas que no quieren saber si el gato está vivo o muerto y que tiraría la caja, aunque no sé a qué se refería cuando lo decía. De todas maneras, probaré lo de la almohada.
Por el camino a casa nos cruzamos con Arima, el cartero. Era un viejo amigo de mi padre, y siempre nos pregunta cómo estamos cuando nos ve. Le hago la misma pregunta, pero me dice que no le gusta pensar en ello, entonces y cambio la pregunta y le digo que a donde cree que va la gente cuando muere, y él me dice que todas las buenas personas van al cielo, y que los malos van al infierno. Una vez dice eso, se monta en su bicicleta y se marcha.
Esta respuesta me deja todavía peor, ¿soy una buena persona? ¿Merezco ir al cielo, o debería ir al infierno? ¿Y mi padre, que está en el frente de batalla? ¿Son el ejército de mi país los que van a ir al infierno o es el ejército contrario? Mi madre decía que si alguien es culpable o inocente depende del punto de vista; pero ¿quién es el que lo decide? ¿Dios? ¿Nosotros?
Rin me da un toque en el hombro y me dice que quiere ir a ver a mamá, y como no estamos muy lejos creo que lo mejor sería que fuéramos. En realidad, yo también quiero ir a verla, a lo mejor podría encontrar alguna respuesta.  Ella siempre tenía respuestas para todo.
Me siento en un tronco caído y me suelto las correas que llevo en el torso, que uso para llevar a Rin a mis espaldas. Él se acerca a la tumba, le da un beso a la cruz que hice con palos y se queda tumbado allí, que es lo que siempre hace cuando venimos. Este lugar no es exactamente un cementerio, es una fosa común. Como estamos en mitad de la guerra y muere tanta gente en los bombardeos no nos podemos permitir tener tumbas individuales, pero mucha gente a puesto piedras o cruces para simbolizar, yo entre ellos.
Antes dije que no sabía por qué pensaba tanto en la muerte, pero en realidad sí lo sé. Hace unos meses que nuestra madre murió en un bombardeo, y sólo tengo el pensamiento de la muerte en la cabeza. Probablemente también sea porque en el fondo sé que mi padre también ha muerto. Hace mucho que no tenemos noticias de él, incluso de antes de que muriera mi madre.
 Una anciana se acerca y se sienta a mi lado. Me dice que su marido está enterrado aquí y que venía verle todos los días. Le hice las mismas preguntas que a los demás, y me dijo que para ella la muerte es algo que no se puede explicar con palabras y que solo se entiende cuando se es tan mayor como ella, y que cuando alguien muere, su espíritu asciende al cielo para transformarse en una estrella y brillar eternamente.
Su respuesta me deja más tranquilo. Me alegra de alguna manera pensar que nuestros padres están allí observándonos, y me decido en que esta noche Rin y yo observaremos las estrellas para buscarlos.
Debería irme ya, así que le doy las gracias y me despido de ella mientras cojo a Rin que se ha quedado medio dormido. Por las calles todo el mundo está mirando hacia arriba, y parecen muy confusos. Decido mirar y observo un paracaídas que ha sido soltado por un avión cayendo lentamente. Oigo al señor que tengo al lado decir que parece una bomba, pero otro le responde que no puede ser porque solo es una y no han sonado las alarmas.
Aún recuerdo lo que dijo mi padre cuando le pregunté cómo era la muerte días antes de que se fuera al frente. Me dijo que debía de ser como si cerraras los ojos y te precipitaras al vacío sintiendo todo tu ser helado. Hasta entonces siempre he pensado que la muerte sería oscura y fría, pero aquel día, cuando aquella vaina colisionó, todas las personas que estábamos en Hiroshima presenciamos una muerte cegadora que nos envolvió en un abrazo abrasador. No pudimos ver el firmamento aquella noche, pues fue el día en el que el cielo se llenó de estrellas.
Almudena Nieto, 4ºB 


UN SUEÑO LÚCIDO
Era por la mañana, como cualquier otro día. Estaba en mi habitación, pero cuando puse la mano en la mesita de noche intentando coger a ciegas el móvil, me percaté de que no estaba. Abrí los ojos para echar un vistazo, pero no, efectivamente no estaba. No le di mayor importancia puesto que supuse que estaría en algún otro lado o que lo había cogido algún familiar. Pero cuando entré en la sala de estar para preguntar por la desaparición de mi móvil, me dijeron extrañados que jamás habían visto o escuchado un artilugio de tales características. Me empecé a enfadar puesto que creía que me estaban haciendo una broma de mal gusto, pero me di cuenta de que tampoco estaba el televisor y que la decoración de la casa parecía un tanto anticuada. Empecé a mirar hacia un lado y otro preguntándome qué narices había pasado y vi que en un calendario ponía la fecha de 19 de agosto de 1959, por eso no había escuela, era verano y no había aire acondicionado. Ese calor infernal que hacía era peor que una muerte a pellizcos.
Mientras me refrescaba con un abanico y reflexionaba sobre la situación, empezaron a llamar a la puerta de casa, eran mis amigos: Salvador, Juan Antonio, Miguel, Antonio y Manuel. Estaban igual que antes del apocalipsis tecnológico y me dijeron que si íbamos a jugar al fútbol. Yo acepté la propuesta, y mientras caminábamos por las calles, parecía otro pueblo totalmente distinto: estaba lleno de vida, había mucha gente por los parques, mercados y  por todos las partes. Llegamos al sitio donde íbamos a jugar; era un descampado con poco más que albero y cuatro rocas para delimitar la portería. Empezamos el partido  y en poco menos de media hora decenas de niños y niñas se juntaron en el descampado. Nunca antes había visto a tanta chiquillería jugando de manera tan frenética.
Terminamos de jugar y cada uno se marchó a su casa, pero, de repente, las calles se volvieron solitarias y escalofriantes, empecé a escuchar un sonido molesto y un rayo de luz me cegó. Cuando abrí los ojos de nuevo, desperté otra vez en mi cuarto pero esta vez con móvil y aire acondicionado incluido. Me quedé un momento en shock y me di cuenta de que solo se había tratado de un sueño lúcido. Apagué la luz cegadora, cerré los ojos y me volví a dormir.
Borja Macario, 4º B


LA PELÍCULA
Marco siempre había deseado quedarse solo un fin de semana en casa, sin padres que lo controlasen todo, sin hermanos pequeños que fastidiasen sus planes. Aquel sábado vería cumplido sus deseos.
Se habían marchado a casa de los abuelos paternos. Llamó a su mejor amigo para ver una película de terror y comer palomitas mientras se acurrucaban en el sofá del salón con las luces apagadas y las persianas bajadas. Media hora más tarde, Juan llamaba al timbre de casa de Marco, cargado con películas, bebidas y golosinas.
Decidieron ver una película que trataba sobre una niña que sufría una posesión diabólica. Aquello prometía ser una velada de lo más excitante…
Dos horas después, apenas se atrevían a caminar por el corredor que daba a los dormitorios; estaban aterrados. Fuera, había comenzado a llover, las hojas de los árboles se agitaban furiosas, el viento parecía llamar a alguien con un sonido casi humano. Marco y Juan corrieron hacia el dormitorio, cerrando la puerta con un golpe seco y brusco. La luz comenzó a parpadear hasta que finalmente se apagó, dejándolos en la más absoluta oscuridad. Se metieron en la cama tapados hasta la cabeza. Lograron dormir, había dejado de llover y la noche estaba en calma…demasiada calma, podría decirse. Marco despertó al sentir el roce de algo helado en su mejilla, se incorporó sobre la cama y miró a su alrededor. ¿Dónde estaba Juan? ¿Habría ido al baño? Lo lamo, nadie contestó.
Decidió salir a buscarlo y, ya en el pasillo, sintió la presencia de algo tras él. NO se atrevió a girarse…aquello tenía el aliento frío, muy frío. Y lo tenía pegado en la nuca. Marco huyó de vuelta al dormitorio, apoyándose en la puerta con la respiración agitada. Entonces lo vio. Juan se reflejaba en el espejo, estaba pálido, con los ojos desorbitados y mirándole. ¡Justo como la chica de la película! Y también lo vio a ÉL. Su rostro malvado, sus garras, sus ojos encendidos, su piel de reptil y su sonrisa socarrona repleta de dientes afilados.
A la mañana siguiente, los dos estaban muertos. Como la chica de la película.
Daniel Ropero Fernández, 1º B

DESAFÍOS DE VERANO
Hace varios años, durante el verano caluroso de 2015, no me acuerdo exactamente del día ni la hora, nos reunimos varios amigos en el campo de María.  Era una hacienda muy grande, con muchos animales, y una piscina con muchas colchonetas. Era una noche muy aburrida porque no teníamos nada que hacer y empezamos a ponernos retos unos a los otros. A Paula y a Esperanza les tocó un reto muy desagradable que lo tenían que hacer el 31 de octubre, justo en Halloween. Este consistía en entrar al cementerio por la noche.
El verano pasó muy rápido, en un abrir y cerrar de ojos. Las dos chicas se creyeron que los demás se habían olvidado del reto, pero no fue así: Pedro metió la pata porque se lo recordó a los demás.
Llegó el día que jamás debería haber llegado. A las doce de la noche todos saltaron al cementerio. Llevaban varias linternas, estaban muy asustados y temblaban cada vez más. Empezaron a recorrer todas las calles. Esperanza escuchó un ruido como si una rama se moviera cerca de ella, pero no dijo nada y siguió para delante con los demás. Las dos linternas se apagaron porque se les gastaron las pilas que llevaban, pero llevaban otra que parpadeaba mucho; a los 15 minutos se apagó también.  Gracias a dios, Javier llevaba otra más de repuesto. Seguían caminando por las calles, no se veía nada, estaba todo muy oscuro. Había un árbol enorme y, así porque sí, empezaron a caer pájaros muertos desde arriba. Todos estábamos muy asustados y mirábamos para todos los lados, pero allí no había nadie, o eso pensábamos.  En la cuarta calle se oía el sonido de unos zapatos nuevos, y María preguntó: “¿Hay alguien ahí?” Pero nadie contestó.  De pronto empezó a llover muy fuerte y se veían los relámpagos iluminando los claros del cementerio. Se puso la noche tan mala que decidimos refugiarnos en las calles por donde estaban haciendo lápidas nuevas. Había dos hombres con muy mala pinta metidos en una tumba. Llevaban dos palas y entre ellos había una luz muy fuerte. Observamos que cavaban; algo se traían entre manos esos dos individuos. Nos quedamos con muchísima intriga sobre qué podría haber en esa tumba. Seguimos hacia delante y observamos una sombra detrás de nosotros, miramos para atrás pero no había nadie.  Ya era hora de volver todos a casa, dimos miles de vueltas por todas las calles, pero ninguno encontrába la salida del cementerio, solo nos acordábamos de que en la puerta había una arboleda y que ahora no la hallábamos. Así estuvimos días y semanas, ansiosos por encontrar la salida, pero nada; habíamos entrado en un laberinto y nunca nadie supo nada más de nosotros.

                                                                                               Ariadna Ortiz, 2º B




Pedro and his selfishness
Pedro was a tall handsome boy. He had green eyes, a pretty smile and a flat nose. He was intelligent and knew how to solve all kind of problems, but he didn't have many friends because he was selfish and criticized everything that others did. He thought that nothing was perfect enough if he didn't do it himself. That made people slowly move away from him and nobody wanted to spend the recesses at his side. Although at first he felt bad, Pedro got used to loneliness.
At school they were soon going to participate in the history contest that Pedro liked so much, but this year there was a small requirement, the groups had to be made of four people to participate, so he had to find three more members. Having no friends, Pedro was forced to pay money to some of his class mates to accompany him, so he could participate, but with another requirement: they were not allowed to answer any question. On the day of the contest, Pedro had to compete against another group of four people. After half an hour, the score between both groups was tied and only the final question would break the tie. A really difficult question was posed to Pedro's opposing team and they didn't know how to respond, so the turn went directly to our protagonist, who, despite his intelligence, didn't know the answer either. On of his teammates whispered an answer in his ear, but because he didn't want to accept it, the man had to ask the opposing team a new question and they won.
Pedro, devastated, went to ask the man for the right answer to the previous question. When the man who asked the questions answered Pedro, this made him feel even worse because the answer he told him was exactly what his companion had whispered to him and he had refused to say. At that moment he realized how selfish he had been, and how badly he had treated others. He apologized to his mates and all those people whom he had underestimated and promised to change. Little by little Pedro began to realize that it was better to have friends and from then on he was hardly alone.
Miranda Sánchez Crespillo, 4º B

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