El cuento es el género literario que más nos acerca a la literatura cuando somos pequeños, pero los cuentos no acaban en la niñez, sino que pueden estar presentes a lo largo de toda nuestra vida como fuente de entretenimiento y de conocimiento. Redactar un cuento es un trabajo aparentemente simple, pero, como toda obra de arte, necesita esfuerzo, maestría, creatividad y un lector que lo disfrute.
Espero que os guste esta selección de cuentos de alumnos de 1ºC y 1ºD, todos elaborados a partir de estos dos títulos: El lobo que cree que la luna es queso y El camaleón que finalmente no sabía de qué color ponerse.
EL LOBO QUE CREE QUE LA
LUNA ES QUESO
Permitid que me presente. Me llamo Aulf y soy un lobo, un lobo del siglo XXI que vive en una cueva que está en lo más alto de una montaña. Vivo solo, por eso me llevo todo el día pensando y pensando y pensando hasta que descubro algo nuevo, ya que no tengo nada que hacer más que pensar. En todos los años que llevo pensando y descubriendo cosas, nunca ninguna de mis ocurrencias ha podido triunfar. O bien porque fueran tonterías o porque alguien lo descubrió antes que yo. Pero el otro día se me ocurrió algo alucinante e impactante que nunca nadie lo había pensado. Lo que se me ocurrió fue que la Luna… está hecha… de… ¡queso! ¿Parece una tontería verdad? ¡Pues no, no lo es! Es redonda, como un queso, tiene agujeros y a veces tiene un color amarillento, ¡como un queso!
Al pensar en esto, también me he dado cuenta de que los países más desarrollados están enviando a muchos astronautas a la Luna, con el objetivo de apoderarse de la mayor cantidad de queso posible. Y si esto sigue ocurriendo, inevitablemente la Luna
desaparecerá, ¡y eso sería terrible!
Por lo que a partir de ahoravoy a hacer una campaña para que los astronautas solo puedan ver la Luna desdesu órbita, así no robaran más el queso de la Luna. Si estás de acuerdo, pásate por mi cuenta de Instagram y Facebook y dame un like.
Martina Calabuig Franco 1D
EL LOBO QUE CREE QUE LA
LUNA ES QUESO
Un joven lobo que vivía en un negro y profundo bosque se preguntaba a sí mismo en una oscura noche de luna llena: “¿Qué será esa cosa amarilla que aparece y desaparece
mientras pasan las horas?”
Nadie resolvía su gran duda. Todos los lobos de su manada pensaban
que eran un simple lobito chiflado, pero a él no le importaba la opinión de aquellos
ignorantes; pensaba que ellos vivían la
vida sin un poco de cordura.
Un día, ya cansado de las burlas de los lobos de su manada, decidió preguntarle a su hermano mayor, al cual nunca le había preguntado. Él le respondió muy guasón:
-Eso de allí arriba se llama queso. Todo el mundo dice que nunca nadie lo ha probado y por eso los lobos le aullamos como ritual para que baje y así podamos probar su sabroso sabor; pero el queso nunca baja y por eso le aullamos para que algún día lo haga.
El lobo se quedó asombrado por esa explicación y se dijo a sí
mismo: “¡Lo sabia¡, esa cosa tenía que ser algo importante.”
Acto seguido, fue corriendo
parta observar detenidamente el queso y le comenzó aullar como un loco salvaje. Todos los lobos de la manada salieron de sus cuevas alarmados y sorprendidos y
le preguntaron qué hacía a esas horas de la madrugada aullando a la luna. Él,
ignorando las quejas del grupo, respondió:
- ¡¡¿Cómo que Luna?!! ¿No era un queso?
Los otros lobos, viendo que no entraba en razón, decidieron expulsarlo de la manda por ignorante, loco e iluso. Ahora, el joven lobo sigue vagando por el bosque, y todas las noches de luna llena aúlla hasta despertar a todas las fieras y continúa pensando que la luna es un queso.
Sara Roldán Roldán, 1º D
EL CAMALEÓN QUE FINALMENTE NO SABÍA DE QUE
COLOR PONERSE
En agosto del 2010, mi familia y yo fuimos
de vacaciones a la playa de Zahara, un pueblo de Cádiz. Mi hermano y yo aún éramos
unos pequeñajos y nos encantaba ir a la playa con mis padres, que siempre
buscaban el mejor sitio para disfrutar los cuatro.
Mis padres alquilaron un chalet, aunque
para llegar hasta la playa teníamos que recorrer andando aproximadamente un
kilómetro. Durante el camino atravesábamos un camino de tierra y varios chalets,
pero un trozo del camino era como un poco salvaje, pues había muchos árboles y
una zona bastante amplia sin edificar. Por este lugar deambulaban animales
salvajes, y cuál no sería nuestra sorpresa que, un día caminando hacia la
playa, mi padre se encontró un camaleón, su animal preferido. Lo cogió,
teniendo en cuenta que es un animal de especie protegida y que si nos veían con
él nos multaban.
Mi hermano y yo nunca habíamos visto un camaleón
tan de cerca y a mí me encantó; no podía creer que pudiera cambiar de color
dependiendo del sitio en el que se encontrara. Aquel mismo día lo utilizamos
como si fuera un juguete y llegó un momento en el que el animal no se cambiaba
de color porque lo cambiábamos muy rápidamente de un lugar a otro.
Al día siguiente, cuando íbamos para la
playa y en el mismo lugar en el que nos lo encontramos, decidimos soltarlo para
que estuviese en libertad, en su hábitat y lejos de unas manos que no lo supieran
cuidar como él se merecía.
Los días siguientes seguimos transitando
por aquellos parajes, pero ya no volvimos a ver más camaleones.
David Ruiz Castro, 1º C
EL CAMALEÓN QUE FINALMENTE NO SABÍA DE QUÉ COLOR PONERSE
Érase una vez un camaleón creído y un león
muy inteligente. El camaleón era un reptil presumido, se dedicaba a
fastidiar a esos grandes felinos que cazaban a todos los herbívoros de la
zona.
Un día, uno de esos leones, al cual
llamaban el rey de los felinos, debido a su gran fuerza, se dirigió hacia el
abrevadero donde se encontraba el camaleón camuflado. Allí, en el castaño
tronco de acacia en el que estaba posado, el pequeño reptil gritó entre risas:
- -- ¡Hey tú!, ¿a qué no me atrapas?
- -- ¡Cómo que no! --Furioso, rugió el
león
El león buscó sin descanso, pero no
encontró ni rastro del camaleón, y muy desesperado dijo suspirando:
- --- Me rindo.
El camaleón lo dejó en ridículo ante toda
su manada y se pasó todo el día riendo. Durante tres días, cada vez que un león
se acercaba a beber agua, el camaleón volvía a realizar su broma. El rey
decidió actuar y eliminar a ese bicho de sangre fría que tanto le molestaba. Pensó
durante dos noches cómo deshacerse de aquel estorbo y a la tercera llegó a la
conclusión de que el camaleón se camuflaba solo ante los colores que conocía, “¿Y
si al estar en un entorno de colores desconocidos y distintos para él no pudiera
camuflarse?”
El felino decidió coger las flores más
lejanas de toda la sabana, unas flores con unos tonos de colores muy intensos
como el rojo, el violeta y el azul oscuro; eran unas flores tan distanciadas
del abrevadero que era imposible que ese pequeño reptil las pudiera haber visto
en su vida.
Toda la manada se dirigió al abrevadero
antes de que se acercara el camaleón a esa zona, colocaron todas las flores en
todo su alrededor, por las lianas, árboles, suelo e incluso en el agua, estaba
todo cubierto, ya solo faltaba la presa. Todos esperaron al reptil agazapados
entre los arbustos sigilosamente. Pasadas unas horas, el animal llegó a aquel
lugar, pero asombrado ante tal colorido no sabía cómo camuflarse. Los leones
aprovecharon el momento para abalanzarse sobre el camaleón, y así el león contento
le dijo:
- -- ¡Esto te pasa por pasarte de listo!
A partir de ese día, los leones estuvieron
más tranquilos que nunca.
Salvador Bonilla Jiménez, 1º C
EL
CAMALEÓN QUE FINALMENTE NO SABÍA DE QUÉ COLOR PONERSE
Había una vez un camaleón llamado Gapur que habitaba en la selva del Congo, una selva inmensa donde era el rey de todos los camaleones. Los camaleones cambian de color ante diferentes situaciones y por diversas razones, como para camuflarse, según su estado de ánimo, humor…, pero Gapur, simplemente por ser el rey, tenía la capacidad de cambiarse de color cuando quería y a la variedad de colores que quisiera. Los demás camaleones utilizaban esta habilidad como método de supervivencia; en cambio, el rey lo utilizaba para destacar de los demás, siempre creyéndose superior al resto.
Una tarde de primavera estaban todos juntos aprovechando el día tan bueno que hacía, cuando, de repente, una serpiente saltó para cazarlos; todos se camuflaron, pero él se puso de colores y en ese momento la serpiente se abalanzó hacia él porque era el que más llamaba la atención. El resto del grupo, sin embargo, empezaron a hablar y a gritar para distraerla y así el rey se pudo escapar.
Finalmente, todos los camaleones fueron felices, aunque tuviesen muy pocos colores a los que cambiar; pero Gapur se sentía infeliz ya que, de tantos colores que tenía, nunca se decidía por cuál ponerse y vivía triste por lo que pensasen de él los demás.
Gema Fernández
Jiménez, 1º D
EL CAMALEÓN QUE FINALMENTE NO SABÍA QUÉ
COLOR PONERSE
Érase una vez, un niño que quería que le regalasen
su animal favorito por su cumpleaños, un camaleón. Le gustaba ese animal porque
era muy curioso su cambio de color. Llegó el día de su cumpleaños y sus padres
le regalaron lo que tanto quería. Al
llegar a su casa, colocó el camaleón en la terraza junto a los demás animales
que tenía: un canario, un gato y una tortuga. Al camaleón le pusieron de nombre
Kawi.
Más tarde, Kawi estaba un poco asustado al
tener tantos colores en su entorno: amarillo, gris, marrón, verde, rojo …. Kawi
era muy inquieto y se movía mucho; al
moverse tanto, notaba que su cuerpo cambiaba de color. Después, los colores le
empezaron a provocar sensaciones: el amarillo lo ponía triste, el rojo lo ponía
enfadado, el gris lo ponía hambriento, el marrón lo ponía juguetón, el verde le
daba tranquilidad y el rojo lo ponía alegre. Una mañana, cuando el niño fue a
la terraza a ponerle de comer, no lo encontraba; buscándolo lo encontró encima
de la tortuga, porque quería jugar con ella. Al ponerle la comida, el camaleón
cambió de color y se puso triste, entonces Kawi le hizo una pregunta al niño,
¿cómo podría quedarse de un sólo color, al igual que todos sus amigos de la terraza? Finalmente, el niño decidió llevarlo a un
laboratorio, para que le hicieran un estudio, y poder dejar a Kawi de su color
favorito, que era el marrón. En el laboratorio le pusieron un caparazón marrón bajo
el que escondía todos sus colores. Y ya por siempre estuvo feliz durante
toda su vida
Alejandro Roldán Guerrero, 1º D
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