domingo, 26 de octubre de 2014

De la palabra a la frase


Comienza un nuevo curso para poder escribir y compartir nuestros textos. Los alumnos de primero de ESO van a abrir el programa de creatividad con una variante de la actividad DE LA PALABRA A LA FRASE.
¿En qué consiste este juego?
Invito a mis alumnos a que traigan un objeto de su casa :algo que les traiga buenos recuerdos, algo que les guste, que lleven siempre consigo... Todos esos objetos los vamos metiendo en un baúl, el baúl de las palabras. A continuación, una mano inocente irá sacando un objeto cada tres minutos y los alumnos deberán ir formando un texto donde aparezca el nombre de ese objeto y así hasta que saquemos seis. La última pieza que extraigamos servirá para finalizar nuestro relato, poema, cuento o carta.
Espero que disfrutéis y que los pongáis en práctica. 
                            ¡DAD VIDA A VUESTRA IMAGINACIÓN!

El coche de juguete

Un día, mi hermano y yo vimos una estrella fugaz y , rápidamente, pedimos un deseo. Mi hermano pidió un coche y yo, una moto.
Al día siguiente, en el colegio, estuve coloreando una moto. Luego, la recorté con las tijeras que me prestó mi compañero y , por último, la pegué en mi cuaderno. Estaba tan obsesionado con la moto que cogí una piedra plana y coloreada que me había prestado mi hermano y allí mismo volví a pintarla. ¡Qué bonita me quedó! Me podía servir de pisapapeles.
Al rato, mi hermano descubrió que le había pintado su piedra y se le rompió el corazón, porque,justo en ella, había decidido él pintar el coche que tanto deseaba. Apenas quiso comunicarse conmigo durante todo el día y solo lo hicimos con papel y lápiz.
Al día siguiente fui a la juguetería a comprarle un coche de juguete. Se lo merecía, es mi hermano y lo quiero tanto que no quería verlo triste. ¡Qué feliz se puso!
David Jiménez Cañete


En las noches de verano

En las noches de verano, en la terraza de mi casa, miro las estrellas que iluminan en inmenso y hermoso cielo. Cuando voy en el coche de mi abuelo, me quedo mirando por la ventana lo que me rodea y las sigo viendo a ellas, las estrellas. En las noches de calor las dibujo, las coloreo, las recorto con mis pequeñas tijeras de papel y las coloco en las paredes de mi habitación, las estrellas, y me imagino que es el cielo y lo puedo tocar con mis manos.
Hoy ha sido un día perfecto y me he ido a recolectar piedras para mi habitación, y sobre ellas, con mi pincel, he dibujado de verde, de rojo y de azul nuevas estrellas.
Ana Valle

El bosque

Estaba en aquel bosque contemplando las estrellas cuando, de pronto, oí un ruido intenso y ronco. Me dirigí hacia él y de pronto vi que se trataba de un coche que alguien había dejado abandonado. Miré dentro y comprobé que había objetos esparcido por los asientos: unas tijeras rotas, un maletín, una piedra dibujada con un gatito tan pequeño que me rompió el corazón.
Justo antes de irme, me encontré una carta. Parecía antigua, porque estaba escrita con pluma y no era de papel corriente, sino de pergamino. Decía así: “ Si encuentras la piedra dibujada con el gato, pronto serás millonario. Esa piedra es un cofre que se abre con la llave que está detrás del árbol más impresionante. “
Jesús Tejada

Un pequeño malentendido


Aquella noche me adentré en el bosque y desde la arboleda escondida vi en el cielo una bonita estrella. Me estuve fijando un buen rato, porque era muy llamativa. Tanto perdí la noción del tiempo que me sobresalté cuando escuché un pitido estridente. Parecía que era un coche, pero me extrañaba encontrar por aquel lugar tan recóndito un vehículo. Pero sí, era un coche y dentro había un hombre con un aspecto bastante raro. Salió del coche y pude ver que llevaba en las manos unas tijeras. Comenzó a avanzar hacia mí y yo me asusté tanto que comencé a correr sin saber hacia dónde iba. De pronto tropecé con una piedra que tenía un corazón roto pintado.¡Qué oportuna la piedra!-pensé para mis adentros.
--¡Ha perdido sus tijeras, señorita!--gritaba el hombre mientras se acercaba.
Poco a poco me di cuenta de que no era peligroso, que no venía a hacerme daño, sino que creía que aquellas tijeras, que yo no había visto en mi vida, me pertenecían. No tardamos mucho en escuchar a una señora que venía detrás pidiendo las tijeras que se le había caído junto con otras cosas. ¡A buenas horas!
 Ángela Bermúdez