sábado, 26 de septiembre de 2015

Nos convertimos en objetos


   Un curso más nos introducimos en el mundo de las letras para dar rienda suelta a nuestra imaginación, para  elaborar relatos, poemas o piezas literarias de cualquier índole, y hacer disfrutar a los que las lean tanto como a los que las hemos creado. Comenzaremos esta andadura con los alumnos de 2º C.

 

                             Me convertí en una pizarra


Me desperté, como todos los días, a las 8 de la mañana. Sentí unas
ganas tremendas de saltar de la cama pero estaba en la clase y no me podía mover. En ese momento me di cuenta de que no era yo, no tenía carne ni piernas ni nada que se me pareciera. ¡ERA UNA PIZARRA! Estaba en medio de la clase de lengua y alguien me golpeaba reiteradamente con la tiza en la cara. Intenté saltar, girar. Mis compañeros y la profesora vieron que yo había desaparecido de momento (con lo interesado que estaba yo por una vez en mi vida en esa clase. Raro pero verdad). Mi compañero de al lado, aprovechando mi ausencia, se puso a copiar mis actividades mientras yo no estaba. Yo intenté gritarle, saltar sobre él, todo lo intenté, pero no puede.
Al descanso de clase me sentí humillado con toda la cara pintada de esa rasposa tiza blanca. Pasaron los minutos y nada nuevo hasta que de repente era el timbre del recreo. Di un salto de la silla, casi me caigo del susto. Me había quedado dormido y me di cuenta de que todo había sido un sueño. Al despertar sentí alivio, pero no dejaba de pensar cómo había podido tener una pesadilla tan real. La culpa de todo fue la tarde de ayer, cinco horas haciendo deberes. Nunca más volverá a pasar.
 
Jesús Muñoz Pazos
 

                           Me convierto en unos guantes


Me desperté, como todos los días a las 8 de la mañana sentí unas ganas tremendas de saltar en la cama pero no podía porque me había convertido en unos guantes de fregar. Entró mi madre y mi hermana y se preguntaron dónde estaba yo. Mi madre cogió los guantes que estaban encima de la cama y dijo:
--¿Quién habrá puesto los guantes de fregar el baño en la cama de Manuel?
Se dirigió hacia el aseo y comenzó a limpiar los sanitarios con los guantes. Cuanto más los mojaba más ganas me entraba a mí de hacer pipí . Llamaron a la puerta y dejó los guantes en el interior del cubo inundado de agua. Yo pensé que me ahogaba, que de allí no saldría jamás. Entre la sensación de asfixia y las ganas de mear, pensé que me moría. De pronto sentí un sudor desde dentro hacia fuera de mi cuerpo que me hizo dar un salto de la cama. Salí corriendo hacia el servicio porque pensé que no llegaba y allí estaban los guantes metidos en el cubo. ¿Era yo o era una pesadilla? Ya era yo, me estaba reflejando en el espejo, todo había sido una pesadilla. 
 
Manuel Luque Atoche
 

                     Me convertí en unas gafas mudas


Me desperté, como todos los días, a las 8 de la mañana. Sentí unas ganas tremendas de saltar de la cama, pero caí al suelo y no podía ver nada, estaba todo oscuro. De pronto, alguien me cogió y me limpió.
Sentía cosquillas cuando me rozaban los cristales. Todo era reluciente y se podía ver perfecto. Me colgaron de las orejas y me apoyaron sobre la nariz. Sentí comodidad hasta que salí de casa, porque estaba lloviendo y no paraban de caer gotas de agua sobre mi cuerpo cristalino. Era agobiante , no podía ver nada, sentía un frío gélido y creía que de un momento a otro me rompería en mil pedazos. Me preguntaba por qué no podía hablar. Era una situación muy trágica. Lo veía todo, lo analizaba todo desde las alturas, pero había una cosa que me estaba matando, algo que no podía superar: ¡NO PODÍA HABLAR!
Ana Pachón. 2ªC.


                                    

                                Me convertí en una pelota


Me desperté, como todos los días, a las ocho de la mañana. Sentí unas ganas tremendas de saltar de la cama y así o hice, pero dando botes: era una PELOTA. Pensé que era un simple sueño, pues el día anterior había estado jugando al fútbol durante toda la tarde, pero me di cuenta de que no lo era cuando me entraron unas ganas tremendas de ir al baño. Cuando llegaron mis dos hermanos pequeños al aseo, me vieron allí y comenzaron a hablar entre ellos:
-¿Por qué no jugamos al fútbol con esta pelota?-dijo el peque.
-¿Y si jugamos cuando desayunemos?-le contestó Raúl.
Fueron a desayunar sin preguntarse por qué yo, el hermano mayor, no había aparecido aún por allí.
Yo sabía que me iban a patear y creía que si me pinchaba se me quitaría aquel aspecto. Así que decidí irme de casa rodando, pero debía de romper la ventana para salir. Cogí impulso, reboté contra la pared y rompí el cristal. Mi madre subió rápidamente y me vio allí con algunos arañazos y pequeños cortes, pero ya había regresado a mi forma natural. Los cristales me habían salvado de morir a patadas y golpes. Cuando mi madre me vio, se enfadó mucho. No salí en mucho tiempo a jugar al fútbol y, además, me quedé sin paga semanal hasta que completé el coste del cristal roto.
Miguel Ángel

                                  Me convertí en un reloj


Me desperté, como todos los días, a las ocho de la mañana. Sentí unas ganas tremendas de saltar de la cama, pero justo cuando hice el intento, pisé un reloj. Inmediatamente lo cogí y lo puse en la cama porque me llamó mucho la atención.
Estaba mirando la hora cuando, de pronto, me vi en el interior de aquel aparato, me había convertido en ese reloj que tanto me había gustado. Mi madre subió a la habitación para volver a llamarme para el cole. Yo ya no estaba allí y en mi lugar había un reloj extraño que no sabía de quién era. Salió de la casa y se encontró con mi vecino a quien le entregó el reloj sin más ni más, en agradecimiento por cortarle el césped,le dijo. Yo maldecía desde mis adentros mi mala suerte: ¿Qué sería de mí? ¿Adónde me llevarían sus pasos?. Mi vecino se dio cuenta de que el reloj no funcionaba y decidió tirarme a la basura. ¡Qué asco, Dios mío! Lo pasé muy mal...pero de pronto sentí la alarma del despertador y logré escapar de aquella terrible pesadilla.
Agustín Torres

                               Me convertí en un balón

 

Me desperté, como todos los días, a las ocho de la mañana. Sentí unas ganas tremendas de saltar de la cama pero el que bajaba dando botes por la escalera no era yo, era un balón que llegó hasta la calle. Un niño que me vio salír, se fijó en mí y me cogió. Era de cuero, del bueno, y mis colores blanco y negro brillaban con la luz de la mañana.

Sin saber cómo pude escapar de las manos de aquel pequeño hasta conseguir llegar a la puerta de mi casa. Entré de nuevo saltando y me cogió mi madre. Fue una sensación agradable la de estar de nuevo entre los brazos de mamá como si fuera un bebé.
A la media hora mi madre estaba muy preocupada por mí. Llamaron a la puerta y era el niño que me había cogido antes. Me madre me entregó a él. Yo me sentía perdido: otra vez en la calle y sufriendo los golpes de unos y otros. Hubo un momento en que sentí que me pinchaban, y justo entonces desperté y comprendí que todo había sido un sueño. Por fin volvía a ser humano.
Yeremy Mena


                       Me convertí en un osito de peluche


Hoy era otro día de rutina. Me desperté por la mañana, fui al baño y me miré en el espejo, casi me da un infarto. ¡No era yo, solo era un oso de peluche!
No me lo creía, ¿Como iba a ser yo un oso de peluche?
En ese momento entró mi madre al baño con Leila, mi hermana pequeña de 3 años, Leila me miró y me cogió en brazos. Gritaba feliz por tener un nuevo oso de peluche.
Mi madre empezó a gritar mi nombre un buen rato hasta que al final llamó a una amiga mía para ver si estaba con ella. Mis amigas sabían que si mi madre llamaba para preguntar dónde estaba yo, decían que estaba con ellas y que en ese momento no quería hablar.
Mi hermana me llevó al colegio y todos sus compañeros me achucharon, me babearon y me mancharon mi hermoso cuerpecito blanco de chocolate y zumo.
¡Qué vida más cruel me esperaba como un oso de peluche…! Pensaba yo para mis adentros porque no podía soltar palabra por aquella boca de tela.
Leila me acostó en mi cama y le dijo a mamá que su oso de peluche dormiría en la cama de su hermana porque no estaba. Me quedé dormida profundamente y cuando desperté corrí al baño.Todo había vuelto a la realidad, al final había sido un terrible sueño. 
 
María Cabello

           Me convertí en una CAMA


Me desperté como cada mañana un poco tarde. Me sentí con ganas de saltar de la cama, pero me di cuenta de que yo era la cama y pensé:¿Por qué , por qué una cama y no una piedra o cualquier otro objeto? Y volví a pensar: ¿Será de tanto dormir o es que sigo soñando? No lo sé pero lo descubriré.

De repente me entró mucho frío. No sabía porque tenía esa sensación si era una cama, si no tenía carne, pero mi dudas desaparecieron cuando observé que yo estaba deshecho, que nunca hacía la cama y que por eso había cogido frío.
Era una de las frases más repetidas de mi madre:
--¡¿Pepito, por qué nunca haces la cama?!
-¿Para qué si luego la tendré que deshacer otra vez?. Es una auténtica tontería hacer para, al poco rato, deshacer..
Aquella misma mañana, mi madre se había ido muy enfadada ya que no tenía respuesta a lo que le había respondido.
Entendí que tenía que hacerme. Así que, con todas mis fuerzas, me puse a achuchar, a estirar, a mover de aquí para allá, y veía como las sábanas se iban colocando en su sitio. De pronto ¡PUF! desperté y estaba tumbado en la cama, muy bien tapado y abrigadito. Qué feliz me sentía al ser yo mismo de nuevo.Nada más levantarme, hice la cama lo más rápido posible. De repente, mi madre llegó y se alegró de que, por primera vez en mi vida, hiciese la cama. De recompensa me dio dinero para que comprara lo que quisiese, y comprendí que no tenía que replicar a las órdenes de mi madre nunca más.

Javier Torres Cabello