El mito del pingüino
Hace mucho tiempo hubo un pájaro llamado Pingüino que no
podía volar.

Samuel Vera (2º B)
El mito del traje de fiesta del pingüino
Hace muchos años, en la era de la gran Glaciación, los osos y los pingüinos, que
eran por aquel entonces muy amigos, quedaron en el Polo Sur para la Fiesta de
la Primavera Glaciar. Los pingüinos se pusieron sus mejores galas y, de
inmediato, todos en fila india, llegaron a su destino. Sin embargo, los osos
que estaban hibernando, de tanto dormir tenían la costumbre de llegar tarde.
Cuando se despertaron, la era de la Glaciación ya había terminado y los grandes
bloque de hielo se habían separado, dejando enormes espacios de agua entre sí,
por lo cual no pudieron llegar al Polo Sur.

Andrés Morales (2º C)
El mito de la trompa del elefante
Hace mucho tiempo, un
elefante llamado Panchito no podía agacharse. Se había puesto tan gordo
que sus piernas, su barriga y su tronco le impedían llegar al suelo para comer
la hierba con la que alimentarse.
Un día, Panchito vio que a su familia le ocurría lo mismo:
las plantas más cercanas se las comían otros animales más ágiles. Así que
decidió acudir al dios de los elefantes y le dijo: “ Mi familia no puede comer
por la gordura. Nacimos así y nuestro cuerpo nos hará morir de hambre si no
podemos llegar a los árboles o a la hierba”.

Poco a poco comenzaron a tirar, un día detrás de otro, hasta
que vieron que su nariz, gracias al esfuerzo y al trabajo, crecía progresivamente.
Pasaron unos años y comprobaron que, lo que en un principio
era un hocico pronunciado, se había convertido en una enorme trompa que les
podía ayudar a comer y a beber. Panchito y su familia, muy agradecidos, fueron
a darle las gracias al dios de los elefantes por haberlos dotado de una
herramienta tan útil.
Nora Akrach
El mito de la tortuga
Hace muchos, muchos años, un animal llamado tortuga era presa
de todas las fieras del bosque. Había nacido tan lenta que no podía huir cuando
venían unos y otros a devorarla.

Las tortugas se quedaron pensativas, aunque todas aprobaban
la magnífica idea de aquella. El problema era cómo crear ese caparazón. Pero la
idea ya la tenía en mente: “ En la laguna hay un tipo de barro, que con el calor
se cuece y se endurece. Nos revolcaremos por él hasta que creemos nuestro
caparazón y moveremos nuestras patas y cabeza para que no se nos queden dentro."
La idea fue muy atractiva y todos a una se encaminaron a
hacer sus casitas andantes. Desde aquel día viven felices y tranquilas, viendo
pasar a sus enemigos y, en ocasiones, riéndose de ellos.
José Manuel Navarro
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