La piscina
del polideportivo es preciosa. A la entrada, nos encontramos con un
bar que llena de olores fantásticos el porche. Después, continuando
hacia delante, vemos pequeñas escaleras ligeras con vallas que
aportan seguridad. Al continuar avanzando, pisamos un verde césped,
que, con solo mirarlo, nos llenamos de armonía. Rodeados por altos
árboles se encuentran los merenderos de madera clara y suave.
Seguidamente nos encontramos con una piscina para los niños más
pequeños, allí jugaba yo cuando era tan solo un bebé. Recuerdo
que esa piscina me daba paz y siempre le pedía a mi madre que me
levara allí. Continuando hacia el frente seguimos pisando césped y
nos encontramos con unos árboles robustos y altos donde ponía mi
merienda.
Giramos a
la derecha y nos damos de bruces con una vallas donde solía jugar
con mi hermano y mis primos. Das dos pasos más al frente, y ahí
está, la preciosa piscina grande, donde aprendí a nadar con tan
solo cinco años, donde aprendí lo que era esfuerzo, aún me da cada
día que voy, el recuerdo de mis clases y del frío al salirme del
agua. Me encanta ir allí porque es fantástico pisar su entorno.
Para otros será una simple piscina, pero para mí es un hogar, una
satisfacción muy grande sentir el calor de su sol, de su bienestar
natural.
Toda la
piscina está rodeada por unos verdes arbustos con amplias hojas y
bonitas flores, tan bonitas que te dan ganas de mirarlas una y otra
vez.
Ojalá esa
piscina esté abierta muchísimos años para que mis descendientes
puedan saber lo que es estar en paz y armonía, tomando el sol y
mirando su verde y bien regada vegetación. Yo iré a la piscina del
polideportivo de mi pueblo el resto de mis días.
Celia Blanco Moreno 1ºB.
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