Un acróstico es una composición, a menudo poética, en la que las letras
iniciales de cada verso u oración, leídas en sentido
vertical, forman una palabra. Aquí tienes una selección de nuestros alumnos.
La lluvia cae al paso del viento.
Isla sola, blanca y triste.
Lanza la luna a la noche fría,
intrépida en la oscuridad.
Ana está sola en las nubes.
Nadie la encuentra.
Ana se perdió.
(Liliana Macho)
lunes, 8 de junio de 2015
domingo, 7 de junio de 2015
El fuego de la memoria
Cuántas veces no hemos recordado nuestra infancia gracias a un aroma de la naturaleza, a una imagen que vemos en una fotografía, a un sonido que nos llega de forma suave y sin esperarlo. He aquí algunas de esas evocaciones de los alumnos de Segundo de Carolina Valero, y de Tercero de Diversificación de Elena, la profe de Historia.
Cuando mi madre salía de su jornada me llevaba a mi playa favorita. Allí el ruido de las olas al chocar contra los acantilados, mojar los pies en la orilla, el olor a mar, la brisa que suavemente acariciaba mi rostro, hacía que me sintiera completa en ese lugar. Era como si estuviera en mi casa, como si el mar, el océano fuesen mi hogar. Me devoraba una fuerza interior tan penetrante cada vez que me fundía en él. Solía jugar con las olas, ellas y yo, como si nadie más existiera en este mundo.
Recuerdos incesantes me llevan a aquel verano en el que mi padre me llevaba de cala en cala junto con mi hermano descubriendo esa isla tan misteriosa. Cogíamos cangrejos en las rocas. Nos bañábamos alegres junto a ellas con la tensión de que la fuerza del mar nos hiciera chocar contra lo bordes mojados. No creía posible que cupiera un sentimiento tan único tan irrompible como una vara de hierro.
El mar, ese es mi lugar, tan frío como el hielo pero tan cálido y acogedor como un peluche. Desearía volver a ese lugar con todas mis fuerzas, esa etapa de mi vida donde nada importaba ¡Eramos niños! nada nos afectaba. Solo teníamos que jugar, hacer amigos y pasarlo bien. Pero bueno, esa etapa de mi vida acabó, ahora toca mirar hacia delante, mi futuro, descubrir cosas nuevas, aprender de mis errores, caminar por el sendero de la vida y sobre todo, disfrutar.
La
medalla
Al
entrar en mi habitación, justamente en el cabecero de mi cama, se
puede apreciar la preciosa medalla que guardo desde que era pequeña;
la medalla de la hermanda de Nuestra Señora de los Dolores. Esta
medalla me transporta de nuevo a esa mágica semana donde se recuerda
la pasión de Cristo, la Semana Santa. Cada vez que la veo recuerdo
el sonido de las trompetas y de los tambores retumbar por las calles,
el dulce olor a incienso....Vuelvo a sentir esa emoción, esos
nervios, ese deseo de que llegue ese Viernes Santo en el cual vuelvo
a ver a la Virgen más bonita que he visto nunca, los Dolores, la
única Virgen que me hace derramar millones y millones de lágrimas
solo con ver su rostro pálido. La espera de que llegue ese día se
me hace eterna y lo peor es que cuando llega, se me pasa volando, las
horas del recorrido parecen segundos porque cuando me quiero dar
cuenta, ya me encuentro dentro del convento viendo desde allí los
últimos minutos que quedan para que se encierre una de las cosas que
me motivan a seguir adelante cada día con una sonrisa.
Aun
siento ese día como si fuera ayer, ese 3 de Abril del 2015, a las 6
de la tarde, cuando me ponía ansiosa mi traje negro, mi capa blanca,
mis escudos y por supuesto, mi apreciada medalla mientras sentía un
enorme cosquilleo por mi cuerpo, como si millones de mariposas
recorrieran mi estomago de arriba hacia bajo. Solo faltaban unas
escasa horas para encender la vela, comenzar el recorrido, ver asomar
el palio dorado por la puerta del convento y mis ojos empezar a
nublarse por cada segundo que pasaba.
Es
inexplicable lo que siento cuando veo su cara iluminada por las
velas, su saya blanca, su palio oscuro y dorado...es un cumulo de
sensaciones que me llegan cuando veo la forma tan bonita con la que
los costaleros la mecen mientras suenan de fondo las preciosas
marchas de semana santa. Cada vez que la miro, mis ojos sueltan una
lágrima tras otra, me pregunto por qué lloro, y la verdad, no lo
se, nunca me canso de mirarla y de llorar. Desde que era pequeña,
siempre me he sentido vinculada con esa virgen. Nunca quiero que ese
día termine. Cuando la veo encerrarse, es como si un puñal se
clavase en mi corazón, aunque me duelan los ojos de tanto llorar,
sigo llorando porque ese día tan bonito, tan especial,tan esperado
se acaba y tengo que volver a esperar otro año para poder ver a mi
señora por sus calles.
Claudia
Contreras
EL
BÚHO
Cada vez que
escucho ese sonido tan común como la vida, un sonido cautivador que
me llevaba a mi infancia, vuelvo a vibrar como una niña. Ese sonido
agudo me transportaba a Ibiza, pues solía dormirme y despertarme con
él. Mientras tanto a través de mi oído y mi mente buscaba de dónde
provenía ese sonido tan hermoso. Se trataba de un búho pero no uno
cualquiera; era el búho más hermoso que había visto. Cada vez que
lo escuchaba salía a la terraza, ese sonido me atrapaba junto con la
brisa del mar y el olor de los árboles.Cuando mi madre salía de su jornada me llevaba a mi playa favorita. Allí el ruido de las olas al chocar contra los acantilados, mojar los pies en la orilla, el olor a mar, la brisa que suavemente acariciaba mi rostro, hacía que me sintiera completa en ese lugar. Era como si estuviera en mi casa, como si el mar, el océano fuesen mi hogar. Me devoraba una fuerza interior tan penetrante cada vez que me fundía en él. Solía jugar con las olas, ellas y yo, como si nadie más existiera en este mundo.
Recuerdos incesantes me llevan a aquel verano en el que mi padre me llevaba de cala en cala junto con mi hermano descubriendo esa isla tan misteriosa. Cogíamos cangrejos en las rocas. Nos bañábamos alegres junto a ellas con la tensión de que la fuerza del mar nos hiciera chocar contra lo bordes mojados. No creía posible que cupiera un sentimiento tan único tan irrompible como una vara de hierro.
El mar, ese es mi lugar, tan frío como el hielo pero tan cálido y acogedor como un peluche. Desearía volver a ese lugar con todas mis fuerzas, esa etapa de mi vida donde nada importaba ¡Eramos niños! nada nos afectaba. Solo teníamos que jugar, hacer amigos y pasarlo bien. Pero bueno, esa etapa de mi vida acabó, ahora toca mirar hacia delante, mi futuro, descubrir cosas nuevas, aprender de mis errores, caminar por el sendero de la vida y sobre todo, disfrutar.
Ana
González
LAS
CORRIDAS DE TOROS Y LAS CARTAS
Ayer
encontré una baraja de cartas en un cajón. He recordado cuando iba
a casa de mis abuelos. Mi abuelo estaba todo el día viendo los toros
cuando los ponían por la tele. Y cuando no veía los toros, estaba
jugando a las cartas.
Cuando
iba a su casa, mi abuelo me decía: Antonio, vamos a jugar a las
cartas, y yo le contestaba; ¡venga! Siempre me ganaba a la “brisca”
y al “burro”. Me enseñó a jugar a las cartas.
Cuando
estaba él solo, jugaba al “solitario”.
Gracias
a él, juego a las cartas bastante bien, y me gustan los toros.
Antonio
Pachón
3º
Diversificación
LAS
MORAS...
Me
recuerdan a cuando mi hermana, mis primas y yo éramos pequeños.
Su
sabor dulce y fresco me traslada al pasado, porque casi todas las
tardes de primavera, mi madre, mi hermana y yo nos íbamos a casa de
mis primas.
Allí
tenían dos grandes moreras, una tenía moras muy cerca del suelo y a
la otra le salían muy pocas moras, pero tenía muchas ramas.
Lo primero que
hacíamos en las tardes de primavera era comer moras hasta no poder
más de una de las plantas. Luego nos íbamos al otro moral y nos
montábamos en sus grandes y bajas ramas; entre ellas nos poníamos a
jugar al escondite, las casitas, al pilla pilla, y a otros muchos
juegos mas.
Hoy en día las
tardes de primaveras son muy aburridas sin mis primas, hermana y sin
aquellas dos grandes moreras donde jugar y merendar.
Rubén
Sánchez
3º
diversificación
LOS
OLORES DE MI NIÑEZ
Al
llegar a la frutería y llegarme ese olor peculiar a fruta, no tardo
ni
un instante en venirme a la cabeza miles de recuerdos de cuando tenía 4 o 5 años.
Todos los sábados por la mañana mi madre me despertaba y venía mi
abuelo a recogerme. Nos montábamos en el coche y nos íbamos a la
plaza, al mercado. Entrábamos a una pequeña plaza llena de puestos de fruta,
pescado, carne... ,y en el centro había una gran fuente de piedra.
Mientras mi abuelo compraba me dejaba ir a tocar el agua.
Me encantaría volver a aquellos sábados de mi niñez
un instante en venirme a la cabeza miles de recuerdos de cuando tenía 4 o 5 años.
Todos los sábados por la mañana mi madre me despertaba y venía mi
abuelo a recogerme. Nos montábamos en el coche y nos íbamos a la
plaza, al mercado. Entrábamos a una pequeña plaza llena de puestos de fruta,
pescado, carne... ,y en el centro había una gran fuente de piedra.
Mientras mi abuelo compraba me dejaba ir a tocar el agua.
Me encantaría volver a aquellos sábados de mi niñez
Lorena
Vargas
3º
diversificación
MI
ABUELO
Aquella
mañana cuando estaba en la ferretería comprando tornillos, vi aquel
martillo en aquella estantería. Era igual al que tenía mi abuelo.
Inmediatamente
me recordó aquellas mañanas de verano calurosas cuando me iba a
su casa a hacer manualidades con él.
En
aquella habitación pequeña llena de herramientas por todos lados me
lo pasaba “super bien" cuando él me daba el martillo para poner
los clavos en aquellas cocheras de madera que construía para mis
coches de juguetes.
Adrián
Díaz
MI
NIÑEZ
Al
ver a los más peques del cole jugar en el patio con la “seño”,
la imagen acudió a mi mente.El
lugar estaba exactamente igual que hace 16 años. Patio con fachadas
pintadas infantiles, para niños: flores, personajes de dibujos
animados, coches.. , naranjos en flor, profesores llamando la
atención con el silbato, niños jugando a juegos populares, peleando
o cantando.
Todo esto era mi felicidad en mi niñez.
Me
encanta observar cada vez que puedo a todos estos niños, para que mi
memoria navegue hasta mi infancia.
Paula
Cabello, 3º diver.
3º
de Diversificación
TARDES
DE VERANO
Cada
tarde de verano que veo a mis vecinos pequeños jugando en la calle
me recuerda a cuando yo era como ellos y salía también a jugar.
Los
niños sacaban una pelota para jugar al fútbol, pero a las niñas no
nos gustaba ese juego y preferíamos jugar a la gallinita ciega, al
pilla pilla, etc...
Cuando
las vecinas nos echaban de la calle porque los niños daban
balonazos, nos íbamos a un parque que había a escasos metros de la
casa y allí pasábamos las tardes de verano jugando sin parar.
Cristina
Pachón
3º
Diversificación
jueves, 4 de junio de 2015
Parodia Idiomática
Relato construido a partir de los títulos de canciones propuestas por los alumnos (éstos aparecen marcados y funcionan como enlace a los videoclips):
La conocí bailando y pensé: -Ella me mira.
Me acerqué a ella y le dije:
-Oye niña. Me gustaría darte un beso y hacer travesuras, casarme contigo y acabar viviendo juntos en tu jardín con enanitos.
Sonó el teléfono y me dijo: -Tengo novio. Mi mundo es así.
Y se fue en el taxi para no regresar más. Tocado y hundido. Imposible olvidar.
La conocí bailando y pensé: -Ella me mira.
Me acerqué a ella y le dije:
-Oye niña. Me gustaría darte un beso y hacer travesuras, casarme contigo y acabar viviendo juntos en tu jardín con enanitos.
Sonó el teléfono y me dijo: -Tengo novio. Mi mundo es así.
Y se fue en el taxi para no regresar más. Tocado y hundido. Imposible olvidar.
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